domingo, 6 de octubre de 2013

Pesadilla en la cama


La violencia sexual se define como todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo.


Las formas de violencia sexual son muy variadas y se pueden producir en muchas circunstancias, como por ejemplo: abusos o violaciones ya sea por parte de desconocidos, personas del propio entorno social o, incluso, dentro de la pareja; el acoso en el mundo laboral y fuera de él, en muchos casos, a cambio de favores; en los conflictos armados se utiliza, frecuentemente, como un modo de ataque y humillación; abuso sexual de menores; la ejercida sobre personas emigrantes y refugiadas; el abuso sexual de personas mental o físicamente discapacitadas; el matrimonio o la cohabitación forzados, incluyendo el matrimonio de menores; el aborto y la esterilización impuesta; los actos que afecten a la integridad sexual, incluida la mutilación genital; la trata de personas con fines de explotación sexual; las actuaciones obligadas para comprobar la virginidad; la negación de hacer uso de la anticoncepción o a adoptar otras medidas de protección frente a los embarazos y las enfermedades de transmisión sexual; la ejercida por la orientación sexual y la identidad de género o el abuso o violación en las cárceles, como forma de establecer jerarquías de respeto y disciplina.
Un informe realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se difundió el pasado 20 de junio, en Ginebra, destaca que la violencia contra la mujer es "un problema de salud global de proporciones epidémicas". Dicho informe revela que cerca del 35 por ciento de todas las mujeres experimentarán hechos de violencia, ya sea en la pareja o fuera de ella, en algún momento de sus vidas.
El enfoque que, generalmente, se le ha dado al maltrato o violencia sexual se ha centrado en lo físico. Sin embargo, si abrimos el enfoque, veremos que es mucho más amplio. Fina Sanz, psicóloga, sexóloga y pedagoga, y autora de varias publicaciones, aborda el tema del 'mal trato' y del 'buen trato' desde la Terapia de Reencuentro, un modelo creado por ella. Sanz destaca que "el mal trato y el buen trato" son dos polos de un mismo eje. En cuanto al maltrato, este se genera y desarrolla a tres niveles:
  • El social. Es lo que podríamos llamar violencia estructural. En las sociedades patriarcales, como la nuestra, hay una jerarquía muy marcada entre las personas en razón del sexo. Esta jerarquía basada en el sexo se traslada desde una consideración distinta de comportamientos similares en función del sexo de la persona que los desarrolla (un hombre promiscuo es unmachote mientras que una mujer promiscua es una puta) hasta las  prácticas de mutilación genital femenina.
  • El relacional. Las personas que ejercen violencia intentan salirse con la suya de diversas formas: produciendo lástima, culpabilizando al/a la otro/a, enfadándose, utilizando la amenaza sutil, usando la amenaza directa, ejerciendo violencia psíquica (insulto, depreciación y desvalorización) u optando por la violencia física (golpes, incluso la muerte).
  • El interno. Muchas personas se maltratan a sí mismas, no se quieren, no se gustan, no se cuidan, no se permiten disfrutar, no saben decir que no, no se permiten ser felices... En este marco, existen factores que pueden favorecer el maltrato como la baja autoestima, ciertos guiones de vida, la identificación con valores de género o el carecer de una familia o red afectiva.
De especial importancia, dentro de la violencia estructural, es la mutilación genital femenina que se hace para controlar la sexualidad de la mujer, asegurando su fidelidad mediante el control de su deseo sexual. Se estima que 130 millones de niñas han sido sometidas a semejante barbarie, que consiste en la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos con fines no médicos ni terapéuticos, sino culturales. La mayor parte de las afectadas viven en 28 países de África, aunque también es frecuente en algunos países de Oriente Medio. Se suele realizar cuando las niñas se acercan a la pubertad, tendiéndose a reducir dicha edad para evadir la legislación prohibitiva, cuando esta existe.
Entre los motivos por los que las familias acceden a semejante aberración se cuenta la idea de que esto genera limpieza y belleza. Además, si no lo hicieran, tanto la niña como la familia vivirían el desprestigio y el rechazo de la sociedad. Las consecuencias de dicha mutilación van desde lo psicológico a lo físico (entres otras: miedos, infecciones, complicaciones ginecológicas y urinarias, hepatitis, HIV, disfunciones sexuales, incluso la muerte). Estas consecuencias se producen porque la intervención se suele realizar sin anestesia, en rituales colectivos con un mismo utensilio para todas, sin esterilizar.
El fuerte peso del elemento social nos avanza que el número de casos de maltrato sexual ejercidos contra las mujeres es mucho mayor que los sufridos por hombres. Aunque estos últimos también, son víctimas mucho más frecuentes de lo que se cree, ya que ellos no suelen denunciar.
Volviendo a la mujer, cabe señalar que en la recolección de datos para la realización del informe de la OMS que citábamos, aparecieron diversos problemas. Por un lado, muchas mujeres (por el miedo al estigma) no denuncian la violencia sexual fuera de la pareja. Por otro lado, pocos países recopilan la información de violencia sexual fuera de la pareja y se suelen utilizar incorrectos instrumentos de medición. A pesar de estos obstáculos, en el análisis de los resultados, se encontró que el 7,2  por ciento de las mujeres, a nivel mundial, habían manifestado haber sido objeto de violencia sexual fuera de la pareja.
Las consecuencias de este tipo de violencia van desde extremos como la muerte o graves lesiones a problemas psicológicos como depresión, pasando por disfunciones sexuales, contagio de enfermedades, embarazos no deseados o adicciones.
Muchas de estas secuelas me las encuentro a menudo como profesional; sobre todo, las disfunciones sexuales. Es una lástima que esto siga sucediendo hoy  y de manera tan frecuente en nuestra cultura, que se supone es más avanzada que otras. Sorprende especialmente que ocurra entre las/los más jóvenes, como el caso de una chica de 15 años que he tratado muy recientemente: con una educación muy tradicional, sufriendo abusos por parte de su pareja y lo que piensa es "esto es lo que me ha tocado y lo tengo que aguantar, que van a pensar de mí si lo dejo". Por supuesto, esta adolescente ni se plantea denunciar los abusos.
Como dijo Charlotte Watts, colaboradora del informe de la OMS: "estos nuevos datos demuestran que la violencia contra las mujeres es extremadamente frecuente. Necesitamos invertir, de manera urgente, en la prevención para hacer frente a las causas subyacentes a este problema mundial de la salud de la mujer". Para ello hay que invertir en educación y sensibilización a todos los niveles de la sociedad.

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